lunes, 9 de octubre de 2017

¡Póngase sereno y apunte bien; va a matar a un hombre!

El contorno de su rostro mirando el cortejo fúnebre de los caídos en el sabotaje del barco Le Coubre por parte de la CIA, un contorno obtenido a partir de una foto de Alberto Korda, es una de las imágenes más reproducidas del mundo. Cosas de la mitificación, pero también de la capacidad absorente del capitalismo.

Hoy, la prensa y las radios y las televisiones del país, como del mundo entero, irán dando cuenta, sumándose a ella, de la conmemoración de la muerte del Che. El 9 de octubre de 1967, el sargento Mario Terán no apuntó demasiado bien en su primera ráfaga contra el comandante revolucionario y solo consiguió ponerse sereno al disparar la segunda, ya con los ojos abiertos.

No escribo estas líneas para resumir por enésima vez lo que, en principio, es harto conocido o fácilmente conocible: la lucha por la panrrevolución socialista, el éxito —o no— del caso cubano y su camaradería —o no— con Fidel, la responsabilidad última de la CIA —o no— en la decisión de ejecutarlo. Félix Rodríguez estaba allí, sin duda; pero tras tantas disyuntivas de posibles noes, acaso lo conocible y lo conocido no sean tan fáciles.

Escribo porque he recordado que el cadáver del Che permaneció en exhibición pública durante los dos días siguientes al de su muerte y que las mujeres todas, legas y religiosas, advirtieron y proclamaron un evidente parecido con Jesucristo. Son muchas las fotografías que se tomaron entonces al caído y, a poco que veamos alguna, no podemos por menos que estar de acuerdo con la evidente similitud —de la cual, hay quien incluso ha creado icono con aspiración simbólica—.

Pues bien, ha sido al paso de este recuerdo que ha acudido a mi cabeza otra semejanza iconográfica, que paso a detallar.


A la izquierda, el famoso cuadro de Rembrandt, La lección de anatomía del doctor Tulp, obra que retrata a los miembros del gremio de cirujanos reunidos en una clase práctica de disección, costumbre habitual en aquellas fechas para demostrar la sabiduría de Dios al crear al hombre. Debajo de este párrafo, la famosa fotografía para evidenciar la muerte del Che que los militares colombianos encargaron a Freddy Alborta. La semejanza es evidente hasta en algunos detalles: el doctor Tulp con su sombrero, reflejo de su cargo, mostrando una parte del cadáver con su mano derecha tiene su equivalente en el oficial boliviano con sus medallas y galones —le faltan las pinzas, claro—; ni el doctor ni sus siete estudiantes miran al espectador, como ninguno de los ocho militares mira a la cámara. Ahora bien, con las expresiones de sorpresa, atención o entusiasmo, Rembrandt logra subrayar la naturalidad de la escena que pinta; en la fotografía, sin embargo, parece que no hay sino apatía e indolencia en los rostros. Paradójicamente, la única mirada que se dirige al objetivo es la del cadáver, y el espectador tiende así, de forma natural, a identificarse con él —un efecto, sin duda, contrario al que pretendieran los militares al encargar el testimonio gráfico—. Inevitablemente, entonces, uno piensa: «yo también prefiero morir de pie, a vivir arrodillado».


Muchas son las obras de indudable valor artístico que tienen como referencia a Ernesto Che Guevara. Quisiera no despedir este escrito sin mencionar siquiera un par de fragmentos de sendas canciones que a menudo me acompañan:

De Ismael Serrano:                                                            De Nicolás Guillén (cantado por Paco Ibáñez):

Papá cuéntame otra vez esa historia tan bonita                                     Él fue tu mejor amigo,
de aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia,                                 soldadito boliviano,
y cuyo fusil ya nadie se atrevió a tomar de nuevo,                              él fue tu amigo de a pobre
y cómo desde aquel día todo parece más feo.                                      del Oriente al altiplano.

Y, ya puestos, he aquí otra analogía: la habida entre una de las escasas imágenes en color que existen del cadáver del Che y el famoso cuadro de Mantegna, El Cristo muerto:


ADENDAS: Me he decidido a rescatar, del deterioro que causan el abandono y el olvido, algunas entradas subidas en su día al antiguo blog de A contraluz. A menudo, los refritos habrán de sufrir modificaciones, bien para adecuarlos al presente, bien para recuperar enlaces truncados o imágenes perdidas. Tal es el caso de esta entrada.

Concluido el artículo en su día, supe que mi original analogía no era tal, sino poco menos que trillado asunto, en el que, por supuesto, tenía propósito de ahondar. El escritor inglés John Berger ya había comparado —y otros lo hicieron tras él— la fotografía de Alborta y el cuadro de Rembrandt. Incluso un argentino afincado en Nueva York, Leandro Katz, había realizado un documental sobre Freddy Alborta y su famosa fotografía, en el cual, según fuentes consultadas, se menciona la analogía. De momento, no he podido conseguir el documental.

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