lunes, 21 de marzo de 2016

Primavera y poesía


Muy a menudo, primavera y poesía van de la mano. Por un lado, sucede que casi todo el mundo identifica —reduccionismo simplista mediante— poesía con poesía lírica, y poesía lírica con poesía amorosa. Por otro lado, la primavera es considerada unánimemente, según recurrencia de la emoción humana, como la estación del amor. Acaso lo uno y lo otro no sean sino lugares comunes de nuestra cultura; pero, en cualquier caso, helos siempre ahí.

Muy a menudo también, además de ir de la mano, nos vienen de la mano, pues el 21 de marzo es el Día Mundial de la Poesía y la fecha más habitual del equinoccio de primavera septentrional. No en vano, las Naciones Unidas declararon que el día en que la naturaleza inicia su florecimiento fuese el día en que se conmemorase también «el florecimiento de las capacidades creadoras de cada persona».

Este año, sin embargo, la primavera ha venido —nadie sabe cómo ha sido— un día antes que la poesía. Bien…, qué más da; lo que importa es que una y otra se nos instalen en las entrañas para todo el año. Y vuelta a empezar.

Celebremos el advenimiento con el viejo requiebro becqueriano:

¿Qué es poesía? Dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul;
¿Qué es poesía...? ¿Y tú me lo preguntas?
¡Poesía... eres tú!