jueves, 24 de octubre de 2013

Adiós, Manolo

A los ocho años, mis padres me llevaron a la plaza de toros de Iniesta (Cuenca) a ver un espectáculo nocturno de variedades en que se turnaban escenario Carmen Sevilla y Manolo Escobar. Me quedé dormido en el regazo de mi madre antes de que acabasen su actuación los teloneros, a los cuales ya tengo olvidados, si es que llegué a saber quiénes eran. Pero, de Carmen, ya me había enamorado inmediata y eternamente, y Manolo, desde entonces y por siempre, ha estado cantando en mi interior. Más allá de que a uno le guste o no le guste la copla, ha de reconocerse que los carros y los porompomperos forman parte esencial de la banda sonora de más de una generación.

Hoy, Manolo Escobar ha muerto, pero no. Sigue cantando en mi interior. «¡Viva el vino y las mujeres!».

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