miércoles, 1 de mayo de 2013

Pesimismo, optimismo, estoicismo

La vida es tristeza. Pero, a veces, estamos tan contentos que no logramos darnos cuenta de ello.

Claro que también pudiera suceder que la vida no fuese sino alegría y que, a menudo, estemos tan tristes que no seamos capaces de apercibirlo.

En definitiva, la vida es lo que es, a pesar de nosotros.

Todo lo cual, una vez enunciada la tautología, me recuerda el viejo dilema del vaso de agua medio vacío o medio lleno. Un dilema que, por otro lado, no es simple disyuntiva, pues, entre el enfoque pesimista y el optimista  asoman otros posibles. Sin ir más lejos, cierto filosófico ornitorrinco me enseñó hace ya algún tiempo el enfoque que podríamos denominar positivista o científico, desde el cual se comprende que el vaso posee el doble de la capacidad estrictamente necesaria. Y, por supuesto, cabe también la postura casi estoica —no sé si más resignada que conciliadora— de quien piensa que un vaso medio vacío es también un vaso medio lleno. Al margen, dejo a aquellos puristas para quienes la cuestión no es ni siquiera tal, pues, en última instancia, el vaso está lleno al ciento por ciento: mitad de agua, mitad de aire.



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