martes, 22 de enero de 2013

Horado

Últimos cuatro puntos del argumentario pepero en forma de decálogo
Hace tres días, la Oficina de Información del Partido Popular difundía entre las filas del partido un argumentario con que hacer piña en torno al pensamiento único. Tema: el escándalo Bárcenas. La cuestión es que dicho argumentario exponía exactamente diez razones, de ahí que tanto  la prensa como los propios correligionarios peperos, a quienes, en principio, iba dirigido el documento, se hayan apresurado a llamarlo decálogo.

El DRAE nos da a conocer que la voz decálogo posee dos acepciones. Según una de ellas, se aplica al conjunto de normas o consejos básicos para el desarrollo de cualquier actividad; en el caso que nos ocupa —o, por mejor decir, que ocupa al PP—, tal actividad consiste en un numantino cierre de filas, justo esas  filas por las que se difunde el argumentario que impulsa el no, no, no / no me consta. Considerando todavía esta misma acepción de la voz decálogo, el diccionario nos advierte que, al margen del significado etimológico que este sustantivo ostenta —δεκά 'diez' y λογος 'palabra'—, el decálogo no necesariamente ha de estar constituido por normas o consejos en número de diez; en realidad, cualquier cantidad es posible . Y, no obstante, los dirigentes del PP, más PaPistas que el PaPa, no habrían de poder sentirse cómodos dictando nueve u once argumentos.

Bien me parece que ello sea así, ya que, después de todo, cada uno de los argumentos redactados por la susodicha Oficina de Información es más norma que consejo, por lo que cabe cumplirlos a todo trance. Y, por ahí, diez es el número justo y necesario. No olvidemos que diez fueron los mandamientos que Dios grabó a fuego para imponer su ley y, por antonomasia, según la acepción que del DRAE nos falta, al conjunto de los diez mandamientos que conforman la ley de Dios se le llama decálogo. Este es el sentido prístino de esta voz, a pesar de que ni la cantidad ni el orden de los mandamientos de la tradición mosaica sean tan indiscutibles como la moderna Iglesia católica nos obliga a creer. Cuestión de fe, después de todo; como cuestión de fe ha de ser para las gentes de a pie de este país seguir creyendo —si es que alguna vez lo hemos hecho— en lo que la cúpula del PP nos quiera bajar del Sinaí de Génova, que, por supuesto, no ha de ser el séptimo mandamiento. Porque, vamos, eso de "No robarás"...

En verdad, os digo —nos dicen— que «No se ha producido el pago de sobresueldos a cargos del partido ni en la etapa actual ni en las anteriores». Así, ¿de qué sobresueldos de hasta unos nada despreciables 10.000 € nos habla Jorge Trías Sagnier?

En verdad, os digo —añaden— que «Todos los sueldos y gastos de representación que se pagan en el Partido Popular se declaran a Hacienda y se cobran de acuerdo a la legalidad». ¡Vaya, pues no sabía yo que hubiese delegación de la Agencia Tributaria en Suiza! ¡Menos aún que un politicastro cualquiera pudiera llegar a atesorar 22.000.000 € «de acuerdo a la legalidad»!

En verdad, os digo —y van tres, como en el gallináceo episodio de san Pedro— que «La contabilidad del Partido Popular es una contabilidad clara, diáfana, normal y está auditada favorablemente por el Tribunal de Cuentas». El cual, digo yo, ha de ser sumamente incompetente, porque Rajoy ha anunciado una investigación interna de las cuentas del PP, las cuales serán sometidas a auditoría externa. Por cierto..., ¿la investigación interna previa a la auditoría externa no será para eliminar lo que no deba encontrarse, no? Ya sabemos, gracias a las imágenes televisivas, cuán grandes son las furgonetas que las empresas de destrucción de documentos confidenciales envían a las sedes del PP justo el día en que sus extesoreros y exsenadores dejan de figurar en la web del partido en el que todavía tienen un despachito donde guardar (¿y destruir?) documentos confidenciales.

En verdad, nos dicen también que «El PP supo la existencia de [las cuentas en Suiza] al mismo tiempo que los medios de comunicación». Lo cual viene a decirnos que quienes han de cuidar del país están en la inopia. Casi sería preferible que mintiesen, como creo que, efectivamente, hacen de manera consuetudinaria. No descartemos la posibilidad de que cierto ministro de Hacienda ampare su desvergüenza tras un micrófono público para acabar confesándonos que el Bárcenas de marras se acogió no ha mucho a la recentísima amnistía fiscal —¡ups!, perdón; quise decir a las recentísimas medidas excepcionales para incentivar la tributación de rentas no declaradas—.

En verdad, pretenden que creamos que «El PP siempre ha actuado en consecuencia y todas las personas que ostentan una representación política y tienen una actuación irregular deben ser apartadas, tal y como se ha hecho». Pues, quizá sea así; pero me da a mí que por exponer solo un dato no muy lejano— el hecho de que, en abril pasado, hubiese hasta 60 políticos del PP con sendas imputaciones judiciales cobrando sueldo todos los meses desmiente de todas todas la pretendida veracidad argumental. ¿Y qué decir de Trillo? ¿Considerará el PP regular o irregular el hecho de alquilar aviones de juguete como transporte para que mueran 62 soldados españoles? Regular, claro; pues, por definición, el soldado anda siempre jugándose la vida, por lo que una ayudita en favor del peligro es lo menos que un responsable puede ofrecer. Y, ¿regular o irregular el hecho de falsificar luego la identidad de la mitad de los cadáveres de estos soldados? Regular también, sin duda; pues si no, difícilmente se comprenderá que al señor Trillo, sin pertenecer a cuerpo diplomático ninguno, le llueva del cielo toda una embajada en el extranjero, y que, sin conocer en absoluto el idioma inglés, la embajada le haya llovido nada menos que en Londres. ¡Y aún le llamarán a esto apartar a alguien!

Por último, en verdad, rematan diciéndonos que «Hay muchos políticos honrados y la inmensa mayoría son horados (sic), pero el PP comprende que los ciudadanos estén indignados». No voy a arremeter contra la pésima redacción de este último punto del argumentario; me conformo con evidenciar la elocuencia contenida en el lapsus clavis que supone haber escrito, en vez de «honrados», «horados»; no en vano esta palabra, procedente del latín forātus 'perforado', significa en nuestro idioma 'agujero que atraviesa algo de parte a parte'. Como el dejado por Bárcenas en las finanzas ilegales del PP.