viernes, 23 de abril de 2010

DÍA DEL LIBRO


Que hoy celebremos el día del libro y el día de la rosa tiene, como todo en esta vida, una explicación. O, para ser más exactos, dos.

La primera atañe a la rosa y nos habla de un legendario Sant Jordi, una legendaria princesa y un legendario y malogrado dragón, de cuya sangre derramada al morir brotó un rosal. La princesa y el caballero no vivieron felices ni comieron perdices; pero, como quiera que antes de volver grupas, Sant Jordi obsequiase a la regia doncella con la rosa que más refulgía bajo el sol su bermellona hermosura, hoy, día de este santo patrón, los catalanes acostumbramos a regalar rosas a las mujeres que amamos.

La segunda explicación atañe al libro y, aunque no legendaria sino real, contiene algún engaño. El Día Internacional del Libro debe su fecha conmemorativa a la casualidad de que quienes han llegado a ser los escritores más universales, Miguel de Cervantes y William Shakespeare, falleciesen un 23 de abril de 1616 —casualmente, el dramaturgo inglés parece haber nacido también un 23 de abril, cincuenta y dos años antes—. Sin embargo, cabe saber que tal fecha señala días en realidad distintos. Efectivamente, en aquel año de 1616 regían en España e Inglaterra calendarios distintos. Mientras que aquí se había adoptado en 1582 el calendario gregoriano, acullá continuó en vigor el juliano hasta 1756. Si consideramos que el desfase temporal que el nuevo calendario intentaba enmendar era de diez días, ha de concluirse que el autor de Hamlet falleció, según fecha gregoriana, el 3 de mayo. Pero poco importa esto; después de todo, en rigor, Cervantes tampoco murió aquel 23 de abril de 1616, sino que tal fue el día de su entierro. En realidad, había fallecido el día anterior.

En fin, razones imperfectas para un día perfecto.

Us desitjo a tots una feliç diada.

martes, 13 de abril de 2010

NI TE CASES NI TE EMBARQUES

Como dijo Umberto Eco «La superstición trae mala suerte», de modo que yo no soy supersticioso. Por si acaso ustedes lo son, recuerden que hoy es martes 13, o sea que crucen los dedos, toquen madera y, a ser posible, háganse con un trébol de cuatro hojas, con una herradura de siete agujeros o con una simple pata de conejo. ¡Ah, y no se deshagan de lo conseguido, que en julio se las habrán con otro! (cada año les aguardan de uno a tres). O eso o vayan ahorrando para un buen psicólogo, pues, al parecer, adolecen ustedes no solo de tredecafobia o triscaidecafobia —temor irracional a los martes—, sino además de trezidavomartiofobia —aversión al martes 13—. (Yo no sé quién habrá sido el refinado ingeniero lingüístico responsable de tan horrísonos palabros; pero, al seguro, sufría de fobia a la eufonía).

Son numerosas las hipótesis que se plantean para explicar la fama de fatídico que tiene este día, y, aunque a ciencia cierta nada se sabe, cualesquiera que sean las acertadas han de ir, necesariamente, en dos sentidos: el funesto número y el aciago día de la semana. Como es bien sabido, la mala suerte debida a la confluencia de ambos elementos no es creencia universal; verbigracia, en la cultura anglosajona, es el viernes el que converge con el 13.

Vayamos por partes.  En lo que atañe al número 13, llamado por muchos 12+1 (siempre me pregunto por qué no 14-1), de él se dice que es la cantidad de espíritus del mal que hay en la cábala; que es la carta del Arcano Mayor que, en el tarot, corresponde a la muerte; que es el capítulo del Apocalipsis donde se anuncia la venida del Anticristo... Sin embargo, parece que la explicación más difundida es la que apunta a la Última Cena, en la que trece eran los comensales, y ya se sabe cómo acabó quien no era apóstol sino maestro. No obstante, a mi entender, algo hay que escapa a la lógica. Cierto es que, para cualquier hijo de vecino, la muerte no es nunca algo deseable, menos aún a deshora; sin embargo, Jesús no lo era (hijo de vecino, digo), era hijo del Altísimo, quien, además, le tenía reservado tal inmediato porvenir con el fin de la Redención. ¿A qué, pues, señalar tan aciagamente el suceso? Claro, siempre cabe un ánimo jocoso en el origen de la superstición; aunque, puestos a ser festivos, más acertado sería pensar en el final de Judas Iscariote, sin duda, el más vecinal de cuantos asistieron al ágape.

Cuenta Augusto Conté, en el primer tomo de sus Recuerdos de un diplomático que el embajador danés en la España ilustrada de 1841 «tuvo la ocurrencia de mandar hacer una muñeca de grandor casi natural, y la sentaba a su mesa cuando alguna circunstancia imprevista reducía el número de sus convidados a trece».

Por cierto, digo yo que quien adolezca de triscaidecafobia no ha de ser persona terca, a riesgo de "mantenerse en sus trece", como hiciese el Papa Luna al encerrarse en el castillo de Peñíscola sin haber renunciado nunca a su pontificado como Benedicto (¿adivinan el guarismo?) XIII.  Claro que, si uno es obstinado, siempre cabe buscar a quien lo sea tanto o más y que sea él quien "se mantenga en sus trece" mientras uno "se mantiene en sus catorce" (tal diría, por ejemplo, el bueno de Sancho hablando de su señor don Quijote y del caballero de la Blanca Luna).

En cuanto a lo que al martes se refiere, la explicación más plausible es la de que este día se halla consagrado al dios Marte —martis dies—, que lo era de las disensiones y de las batallas. Por esta razón, los gentiles no celebraban casamientos en martes, de donde las gentes llanas lo tomarían como día aciago. De tal manera que "En martes, ni te cases ni te embarques (ni de tu familia te apartes, ni tu puerco mates"), "En martes, ni gallina eches ni hija cases", "En martes, ni hijo cases, ni cochino mates". Y, de ahí, "Boda buena, boda mala, el martes en tu casa", aunque "Buenos y malos martes los hay en todas partes".

Les deseo buena suerte.

jueves, 8 de abril de 2010

NO ME ABANDONES

 


El 8 de abril de 1929, hace hoy ochenta y un años, nació Jacques Romain Georges Brel.
Hay quien piensa que nada sucede gratuitamente. A pocas que ese quién lleve razón, Jacques Brel nació para cantarnos esta canción.